Hace tres años, mi esposa siempre decía que comerciar con criptomonedas era "jugar", y en la mesa de la cena de la casa de mi suegro, los parientes me miraban de reojo y preguntaban: "¿He oído que estás metido en Bitcoin? ¿Eso no es una estafa?"
Me senté a comer en silencio, y las explicaciones parecían débiles. En ese momento, el BTC aún luchaba en los 30,000 dólares, el ETH acababa de superar los 2,000, y el mercado estaba impregnado de un ambiente bajista. Los familiares me aconsejaban que "trabajara de manera estable", mientras presumían de que sus hijos habían aprobado el examen de servic
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